
Esto se acabó.
Saludos a los fantasmáticos e hipotéticos lectores, que con mucha lucidez, cada día fueron mermando.
Adiós.
El Capitán R.
— Esta carpeta es sólo una muestra de algunos trabajos que hemos publicado. Se titula El abrupto fracaso oblicuo de Jofré, una especie de biografía que detalla muchos momentos íntimos del autor – Gamarra tamborilea con sus dedos encima del cartón y luego les hace entrega a cada uno de los investigadores una copia del relato.
Catalán, con una mano en el hombro herido, hace una breve lectura del trabajo. Se cuestiona si realmente lo ahí relatado tuvo lugar, o simplemente es una alucinación literaria del autor. — ¿Publicas poesía? –le pregunta a Gamarra, a lo cual él lo mira en silencio, y sin decir una palabra se voltea y la de instrucciones al chofer.
Díaz, ante el inminente silencio, toma la palabra: —Yo con mi amigo, nos encontramos actualmente enfrascados en medio de un… una investigación, que tiene cómo objetivo desenmascarar un complot del gobierno —Catalán mira con recelo a Díaz, como indicándole que no se vaya de boca y que sea cuidadoso con sus palabras.
Gamarra, apoyando su antebrazo en el respaldo del asiento, asiente con la cabeza y luego sonriendo dice:
—Esto comenzó hace mucho tiempo. Primero se buscó una forma de generar lazos con los escritores, para controlar la escritura. Ahí el Ministerio de Cultura creó varios fondos y becas, para tener un mayor catastro de los ciudadanos anónimos que soñaban con alguna vez dedicarse a la escritura. Se emplearon varios métodos para seleccionar a los “potenciales peligrosos”. Por ejemplo, se clasificó en un grupo a los políticamente incorrectos, es decir, a los que contrariaban algunas convenciones republicanas de los gobernantes de turno. A ésos se les asignaron varios cargos públicos, con buenos salarios y cuantiosas funciones. Lo importante era limpiarlos y amordazarles la boca. Por esa vía se extinguieron muchos talentos. Pero hubo otro grupo que no recibió ninguna misericordia. Esos eran los inadaptados sociales, que básicamente se destacaban por contravenir las normas de convivencia grupal. Eran el tipo de escritores que desafiaban lo establecido, los que trataban de dinamitar el canon literario y la moral nacional. Escribían sin concesión; en sus libros, que nunca llegaron a dar luz, se repetía mucho la idea de militarizar de manera informal a la gente. Proclamaban el genocidio como recurso válido.
— ¿Eran una especie de anarquistas? — pregunta Díaz.
— Más que eso. Buscaban una organización paramilitar. Utilizaban la escritura como vehículo para canalizar sus ideas. Así lograrían adhesión de los lectores en un mediano plazo. Más tarde, por medio de un colectivo bien organizado traficarían libros e ideas peligrosas.
Catalán se incorpora de su letargo, y abriendo un poco la ventana del auto, señala: — Entonces estos escritores poseían una organización. No lo pregunto ni lo deduzco, simplemente lo afirmo.
— Así es, pero a pesar de que fueron barridos de manera sistemática, muchos quedaron dando vuelta. Eliminaron a los ejecutores principales de la idea, pero no a la idea. Existe una diferencia clave entre un intelectual y un artista. El intelectual ejerce una presión sobre el mundo, intenta entenderlo y luego explicarlo de manera coherente. El intelectual alarga su vara racional en medio de una vasta llanura irracional. Despeja tinieblas, pone luz donde no la hay. En cambio el artista contraviene las reglas, busca desmontar al mundo y luego lanzar los despojos encima de una mesa. El artista soporta el hambre con resignación, y su alimento son los miedos y las tinieblas. Y por supuesto, el humor, esa corteza frágil y volátil que envuelve a todas las cosas de este mundo. Pero no me gusta teorizar sobre estas menudencias, me cansa. Además ya falta poco para llegar. Aprovechen de leer el relato que les entregué. Quizás tengan la posibilidad de investigar al desaparecido Chico Jofré.
— ¿Cuándo fue que se perdió este autor? –preguntó intrigado Catalán.
— Hace tres días, creo. Lo llamamos y ya no había rastros de él, por ninguna parte. Gamarra no dijo ni una sola palabra más. Siguieron andando, en silencio.
Hay veces en que hay que actuar rápido, debo subir este post antes de que uno de los maracos suba más mierda. Hay veces en que no importa lo que escribas pero que escribas algo. Todos los escritores saben leer. Sí. No saben escuchar, porque están pensando en lo que van a escribir. Sí. Y se pasan la vida en eso. Dándole vuelta a como van a narrar esto o aquello. Además aprovechan el empujón de ir a pagar cuentas y en la cola están ahí mirando culos y divagando. Los que no escriben no, porque esos mandan a pagar las cosas o servicios y ven noticias. Y si alguna vez se suben a un bote, barco, velero o crucero ahí van a estar aprovechando el tiempo tapando el Sol con un cuadernito anotando ideas vagas y haciendo dibujitos, poniendo caritas, ahí bronceándose, pidiendo tragos de colores con pajitas y sombrerito, frutita chic, perdidos, con nombre de persona, puertos, respirando, como si valiera la pena estar vivo y gritando vivas, guardando frasecitas o copiando dichos, admirando más a este que este otro, dando por sentado o sabido lo que nunca han escuchado, haciéndose expectativas de la gente como si la gente fuera gente, pasando las tardes de frío ahí dando vueltas con las manos en las huevas y con cara de reloj perdido, para allá y para acá, compitiendo con uno mismo, mirando el celeste cielo y haciéndose cargo, y sin ganas del destino. Cuando los procesos pasan y eso todos lo sabían pero si alguien me lo hubiera dicho no andaría ahora mismo con paraguas y dándole mordiscos a mi manzana.
Error.
bX-r4l10y
Afilada, fálica, furiosa faz
Malcolm Lowry
eringa sobre cráter
La mirada desviada
El greñero sin control
Mi paisaje es siempre
algo que cerca hipnotiza & avasalla
El fantasma del tufo exterior
disfrazado de caramelo interno
convulsión refrigerada
que se vuelve realidad
El avión se rompió
Se quemó mi conciencia
Pestes del sueño detenerme a escribir
Aullar / gemir / chupar
Mi chamarra es mi pellejo
mi pedazo de jerga
mi espejo de lidia
Ya todo vacío & en derrumbe
& no precisamente mudas estas puntuales ratas
que roen el humo transparente de mi hojalata verde
Humus hubo / hay & habrá
Ya ni sudo ni río
Derribo a veces bichos
Otras / noches / soy su plato
La música agujerea siempre
Vuelve real lo velado
Bañada la luna en sangre
Los libros son pura máscara
La rana se convierte en príncipe
En oro la selva negra
Mejor este cuchillo cierto
Esta escultura de pólvora
Este hedor increscendo/ Hocico con hocico /Vivir me costó la vibra
Adentrarme la esperanza
Lo dice mi culo al sentir la bruma
Este sueño es gris
Yo soy su lápida