domingo, 20 de abril de 2008

el lago que no conozco



Hace un tiempo se murieron cisnes de cuello negro en el sur, específicamente en un lago, específicamente en el agua de ese lago, específicamente contaminada por una fábrica. Pensé largamente en esos cisnes, durante semanas que se convirtieron en meses, y esos meses en telarañas. Lloré por los cisnecitos huérfanos que ahora deben ser adultos. Y después me enteré, habrá sido por las noticias en el televisor, que los pescadores artesanales se batían a piedrazos contra las fuerzas policiales por el control de las aguas de la zona contaminada. Mientras en el brillo de mis ojos se reflejaba la agonía, la violencia, el humo, la historia de miles de años de humanidad y violación a esa humanidad, me deprimí; me deprimí porque no conozco esa agua contaminada, ni el lago donde está esa agua contaminada, ni los cisnes que se mueren en esa agua contaminada, ni la fábrica que contamina esa agua contaminada; me deprimí hasta que mi cabeza perdió su orientación horizontal y adquirió una más bien soslayada. Quise estar ahí, sentir el olor del barro y la sangre, las papas hirviendo y el caldillo de choritos, probar el sabor a baba de una pueblerina adolescente y oír mis pasos en la arena, aunque se oigan igual que cuando piso la arena de las playas que he conocido, aunque sea una arena compuesta exactamente por las mismas estructuras moleculares, porque aquella vez mis pasos serán los distintos.

2 comentarios:

Pablo Rumel Espinoza dijo...

No habrá metido la cola en ese lago el fabuloso doctor Brunner?

Pablo Derrivá Luzeros dijo...

patos feos y malos.