viernes, 4 de enero de 2008

El lamento del vampiro: Claudio Maldado (01)


Presentación de la nueva sección Novela eres tú. Pues bien, hipotéticos lectores, se trata de una columna escrita por ustedes. ¿Cómo hacerlo? A continuación les doy las tres reglas de oro para participar:

Regla 1: Colaborar es gratis. Sólo podrá hacerlo cualquier persona que NO figure en los enlaces de este blog.
Regla 2: Colaborar es caro. Primero debe volarle los sesos a la envidia y limpiar el arma con pudor.
Regla 3: Las dos reglas anteriores quedan invalidadas, si se le da un buen argumento al autor de este blog.

Ahora, a lo nuestro.-

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A los dos lados del camino, la Foresta de Marchenoir hacía de la guerra y del desquicio un canto vasto y reflexivo a la locura. (Claudio Maldado, del libro inédito, el lamento del demonio.)
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Vosotros, todos vosotros, toda esa carne que en la calle se apila, sois para mí, alimento (El Lamento del Vampiro, Leopoldo María Panero.)
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Cuando sonríe deja entrever dos afilados dientes de vampiro. No es un hombre afortunado en lo físico, pero él siempre ha tratado de compensar su monstruosidad con una constante exhibición de buenas maneras y con su infinita paciencia y bondad. (El vampiro enamorado, E. Vila-Matas.)
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Me despacharon del Círculo de los Escritores Demoniacos Circuncisos (CED, de ahora en adelante), sólo por renegar de ciertas actitudes groseramente hebraicas representadas en textos borgeanos, shakesperianos y otros que también pasan bajo el influjo del mariconazo de Fajin (Oliveria Twist).

Y me han lanzado a este horroroso sitio eriazo, donde no me queda más que reconstruir mis ropajes y contar historias de lo que fue mi estancia en el mentado Círculo y también los avatares en esta nueva cancha, aventuras que cuentan ya con unos considerables treinta años.

Producto de la poca costumbre de estar entre tanta carne (los CED sólo cierran filas cuando alguna genialidad les irrita), yo, el Demonio de Circunciso, hace poco más de un tiempo he tenido un fallo en los impulsos de mi corazón, fallo en los impulsos de mi corazón, cosa mala que me tuvo navegando en los más profundos vericuetos de la imaginación: durante la catarsis del “me voy o me quedo” soñé con haitianos macumberos que me lanzaban bocanadas gigantescas de sus pitos de mota en plena cara (mi espejo cubierto de estrellitas que desintegrando todo el material visto por un sueño intraterrestre); soñé que caminaba en bolas protegido por una caja de Drive o de Omo gigante.

También soñé lo que siempre quiero olvidar: los motivos del despojo del Círculo. Soñé corriendo por unos campos de concentración selenitas, donde de preso pasaba a carcelero, de alambrada mutaba a una letrina, de esperanza deslizábame a la locura.

Hoy trato de volver a tejer los hilos de mi corazón, y no he perdido la escasa memoria, a pesar de cohabitar en una tierra donde el olvido es la puta de un humor aún no habitado en la historias. Vivo en una casa de madera, tomo pentotal (Tiopentato de Sodio) e intento sumergirme en el parnaso de la contemplación activa.

Tomando una daga, me escribo en mis espaldas, con la carne viva de furia: "Esto lo puede sanar, esto lo puede escribir, esto lo puede leer, esto lo puede asentar en la espesura del gran bosque de la letra imaginada".

Sangro.

lunes, 31 de diciembre de 2007

ALUCINACIONES.TXT (PARTE II)


(Se celebraba el año nuevo, en algún punto del Chile relatado por Blade Brunner. Por supuesto, no todos estaban invitados a la fiesta.)


Segunda parte

Anticuerpos, de Sergio Amira, relata la historia de un agente del servicio secreto chileno, un verdadero ángel de la muerte, que fusionado con la ciudad, como si él fuera un ente panóptico que vigila y que castiga el mal, se dedica a recorrer las calles de Santiago para eliminar a los virus que la infectan, personas que por algún motivo desconocido enferman y contaminan a la ciudad devenida en cuerpo orgánico. El tiempo narrativo es isocrónico, es decir, oscila como un péndulo entre el origen del agente secreto y la caza de un joven patógeno. Más por el riesgo y la estructura del relato, que por lo anecdótico, es que podríamos afirmar que está entre los cuentos más sólidos de la antología.

Puente sobre fuego turbulento, de Toncy Dunlop. La misma autora afirma en su reseña su filiación con Faulkner (y en el mismo cuento una mención a Woolf) por lo cual podemos entender la forma peculiar de puntuación en el cuento, y sobre todo las constantes apariciones de corrientes de la conciencia, hacen de esta pieza el relato más arriesgado y experimental de la antología. Sin embargo, ocurre que adentro del mismo, con todas las oscilaciones y el drama que se nos está relatando (el de una chica que tiene relaciones con un hombre mayor) deja un sabor áspero y seco en los ojos tras su lectura. En este cuento no hay belleza, no hay poesía, y el manejo de los diálogos, de clara intención coloquial, se reducen a un lenguaje soez y plano, casi al nivel de una conversación por msn. Con esto no quiero invalidar el uso del neologismo y del lenguaje informal en la literatura, pues en ese caso tenemos joyas de la literatura, como Las aventuras de el Salusticio y el Trabuco, de Alfonso Alcalde, o más actual, La Trilogía sucia de la Habana, de Pedro Juan Gutiérrez. En fin, estaría abordando otro tema, pero en síntesis, sin contar el esperpento de Costamagna, el cuento es el más malo de la antología.

Esferas de Carey, de Luis Saavedra, tras leerlo, no pude no recordar el célebre cuento de Mauricio Wacquez, Excesos, que empieza así: Antes, ayer, yo amaba a Irene. Hasta ayer en que ella se fue, yo la amaba locamente. Y el cuento de Saavedra: Antoniette lleva un vestido largo y negro de encajes. Obviamente, no está de más decirlo, no estoy acusando ningún plagio (Paulina Wendt style), sino que aludo una suerte de diálogo que se da en ambos textos. En el cuento de Saavedra, muy onírico, lleno de paisajes e imágenes que rozan lo surreal, hay una búsqueda por una mujer esquiva, que parece estar en alguna presencia, en algún trozo de un cristal o de una esfera, y en el cuento de Wacquez, se da la recuperación imposible de la mujer, que deviene en un conmovedor travestismo (o cross-dreassing). En el caso de Esferas de Carey, la concreción de esa mujer, se volatiliza en un sueño. No comentaré más, pues se trata de un cuento que hay que leer, tratando de dejar de lado (si es que se puede) el componente racional y lógico de la lectura.

Por la tarde los niños se aburren, de Armando Rosselot, juega con la experiencia que todos (todo infante) hemos vivido cuando ingresamos al jardín, a la sala cuna o al kinder. Una historia que tiene la apariencia de ser tierna e inocente, comienza a rarificarse, pues algún orden aparente, como las cuidadoras, los niños que acompañan a la niñita recién llegada, la madre de la niñita, parecen estar metamorfoseados, por algo que puede o no puede ser siniestro. Escrito a la manera de los cuentos clásicos de ciencia-ficción (pensemos en Bradbury, en Arthur C. Clarke, en Dneprov) la epifanía, la revelación de lo oculto aparece en las últimas páginas del relato. En síntesis, un cuento poco arriesgado en lo formal, pero que sin embargo se sustenta en la pura trama, en lo relatado, como para hacerlo uno de los cuentos inolvidables de la antología.

Un Mustang P-5 1d en escala 1/72, de Tito Matamala, relata en tono paródico una persecución política en contra de los modelistas (realizadores de maquetas y miniaturas), los cuales de la noche a la mañana son considerados enemigos del Estado, y por obligación expresa deben destruir todos sus trabajos. Una historia de lo absurdo, con muchos toques humorísticos, que emparienta este relato con el Monterroso más oscuro y pesimista (Mr. Taylor, La honda de David, etc.). En el fondo es el gran respiro de la sordidez y los pasajes oscuros que abundan en la antología. Ya Borges lo decía, los mejores escritos son los que mezclan lo patético con lo humorístico.

El prisionero, de Alberto Rojas, actualiza una vieja historia chilena, de un teniente de la aviación, que por allá en 1914 salió en su máquina, y diciendo voy y vuelvo… En fin. No quisiera arruinar la sorpresa del relato, escrito con una prosa fluida y repleto de diálogos precisos, milimétricos, que hacen recordar los antiguos cuentos militares al estilo de Olegario Lazo. Sólo léanlo, y mejor aún si lo hacen viajando en avión.

Glykabiil, de Sergio Meier, me duele comentarlo. Me duele, básicamente porque tiene una prosa colorida, llena de imágenes en cada frase, preciosista, barroca. Por otra parte, tiene un gran dominio de autores, filósofos y científicos, que lo hacen un verdadero campo magnético, un sol para los escritores actuales. El problema es que sus relatos son huecos, como de escenografía de teatro. Me explico. Ya leyendo la Segunda enciclopedia de Tlön (endilgada como la primera novela steampunk chilena), uno puede notar cierto vértigo, cierto juego de ideas como los mundos virtuales, las proyecciones holográficas, el revisionismo, los mundos paralelos, pero todo esto, arrojado en un saco y pasado por batidora. Su prosa es preciosa, pero su construcción narrativa es desastrosa. Un escritor que perfectamente pudo haber estado en esta antología, y que puede tener algún parangón con Meier, es Antonio Gil (Las playas del otro mundo es una novela avant le lettre de la ciencia-ficción, pero de explayarme me desviaría del tema), ambos de prosa afinada y poética, casi podríamos decir de literatura cuántica, por la capacidad de generar el vértigo y la ilusión de la simultaneidad, rompiendo (falsamente) la cárcel de lo lineal, de la trayectoria. Sin embargo, Gil va dejando pistas, y Meier ninguna. En conclusión, saliendo de lo literario, yo ya le diría a Sergio si me lo encuentro en la calle: señor, usted debería guiarnos con un poco más de coherencia por sus textos, pues de lo contrario se corre el peligro de caer en el espantoso mar de lo ilegible, y eso conlleva a que cerremos irremediablemente de golpe la tapa de sus libros. Joyce es Joyce, evidentemente.

El barco panteonero, de Oscar Barrientos, recupera la tradición y el folclore del mito de los barcos fantasmas (en la línea del Caleuche) para entregarnos un cuento mediano, breve, con un final más o menos predecible, cosa nada de negativa, pues ya en las primeras líneas se deja respirar la sombría y tétrica aparición espectral de ese algo, que termina mutando en maravillosa extrañeza. Es de los cuentos que importa menos el desenlace que el tránsito, ese dejarse pasear por algo que vagamente des/conocemos.

Señuelo, de Soledad Véliz, debería estar dentro de la mini-antología que todo lector hace cuando lee una antología. De diez o veinte cuentos, siempre el lector preservará en la memoria cuatro o cinco relatos, o todos, en el caso de que sea Funes el memorioso. El relato podríamos adjetivarlo, no sin vana pretensión, de “cuento de hadas citadino” pero contaminado por la podredumbre de un callejón, los recuerdos falsos y un dispositivo militar que encarna a una anciana. El núcleo central, el disparador primordial del relato, se puede resumir en el siguiente problema: el Estado da a elegir a los ancianos, improductivos e inútiles para la sociedad, entre dos alternativas, la de morir indignamente en un asilo indecoroso, o la de vivir indignamente como base de datos, es decir, el cerebro utilizado para acceder a las vivencias y al conocimiento de la persona. Este dilema ético es el que se plantea la protagonista, una anciana, que decide finalmente no optar por ninguna alternativa por lo cual es expulsada de su casa. Obviamente el cuento no deviene en moralina, ni siquiera en una digresión inútil sobre la vida y la muerte, he ahí su virtud. Un cuento que parte como problema ético y termina en ensoñación, y a la vez un cuento que empieza como cuento de terror y termina como cuento de hadas. Entre esos espacios, hay una gama de colores y tonalidades.

Los que no vuelven, de Gabriel Mérida, narra, muy a la manera de los cuentos marítimos (Conrad, Stevenson, Kipling) pero de manera concentrada, menos dispersa y más fragmentaria, la melancólica historia de hombres que van navegando por un mundo que parece estar rodeado de agua (water World), y bajo ese mar un Chile enterrado, al cual se puede acceder buceando y recorrer sus calles. El cuento es reposado, con poca acción, acaso imitando la quietud de un mar calmo, que ya no es bravío, sino sobrecogedor. Un amor perdido, un barco que no se sabe muy bien quiénes lo habitan, un joven que contempla naves voladoras, hacen de este cuento un amable hermano menor de Las tres coronas del marinero, glorioso film de Raúl Ruiz.

Y para finalizar, el cuento más conmovedor de toda la antología, El Juego, de Marcelo López, que trata sobre una escuela abandonada, en medio de un Chile imposible de identificar en el tiempo, en la cual comienza a ocurrir un hecho paradójico: todo niño abandona la niñez para entrar a la adultez, pero en este caso, literalmente, los adultos están abandonando a los niños, arrojándolos a su suerte. ¿Lo hacen por obligación? ¿Alguna fuerza los traiciona y los empuja al abandono? Son las interrogantes que se barajan durante la lectura, texto que además resalta por su pureza y su hábil manejo del lenguaje, sencillo y preciso, como lo haría un Kafka. ¿El final del cuento? Abisma, hace crujir por dentro, sensibiliza de manera acorde con la pieza maestra, evitando la siempre molesta canalla sentimental.



Nota final: Agradezco la amabilidad de Alieníndigena (a.k.a.) Gabriel Mérida, por regalarme el libro a cambio de un par de cervezas que aún le debo. Yo, que pensaba que como último día del 2007 iba a cerrar mi blog con una digresión ombliguista sobre mis penurias y humillaciones y fracasos, termina de manera más sobria y afable, comentando una antología llena de cabros (y no tan cabros) talentosos o potencialmente talentosos. Si algún aludido se sintió ofendido en su honra por alguno de mis comentarios, no le pido disculpas porque todas mis apreciaciones fueron honestas. Aprovecho de avisar que este blog, conjeturalmente abierto hasta marzo de 2008, está totalmente disponible para que cualquier autor o editorial me envíe su obra, para yo, como manera de retribución, se la comente. Eso es todo, me quito el sombrero galvanizado con una reverencia hacia la nada, y aprovecho de avisarles que bajen hallucinations.mp3 (¡es gratis!). Aprovechen de bailar con su robot esta noche, y en su defecto, puedan beber mucho aceite para tuercas. ¡Salud! y ¡Feliz 2008!

domingo, 30 de diciembre de 2007

DJ RIVAS-LUCIFER PRESENTA



HALLUCINATIONS.MP3


Para que este fin de año bailes con tu robot y con todos tus lindos amiguitos.

Set list

01 - Aviador Dro- La única solución es la venganza
02 - E Nomine- E Nomine
03 - Zeraphine- I Never Want To Be Like You
04 - DeVision - Subtronic
05 - Fangoria- En otro mundo
06 - Kanatran - Nueva sangre
07- Aviador Dro- La zona Fantasma
08 - Dope Stars Inc. - infection13
09 - Illuminate- Der Sturm Fuhrt Durchs Tal
10 - Deine Lakaien - Supermarket (My Angel)
11 - Der Verfall - Der Verfall
12 - She Wants Revenge- I don't want to fall in love
13 - Black Heaven- Gebete an Gott
14 - Blutengel - Verdammnis
15 - Robotiko Rejekto- Rejekto
16 - ESC- The Robots
17- 65 Days of Static- Radio Protector

Descargar:

Parte 1

Parte 2