domingo, 30 de marzo de 2008

La mujer como lugar

A Maori Pérez y Alex Espada, ese club de solterones de vanguardia.
Una nube destrozada en un muro de lamentos. Una caída en la urbe frenética con todas sus arterias bloqueadas. Una carrera de autos a la velocidad del sonido. Una colina llameante con peces mutantes aleteando. Un campo abierto poblado de mamíferos chistosos y parlanchines. Un muro vacío. Un puente levadizo con todo el abismo y la felicidad por debajo, proyectado hacia la totalidad de la nada. Una ciudad en llamas con gente disparando a metralla limpia. Una playa serena sin paseantes. Una isla de felicidad en medio de un caos desbordante. Un espejimo flotante. Una ciudad totalmente mecanizada, con cocineros y automovíles sofisticados. Un concierto de Ópera. Una película de Raúl Ruiz. Una secuencia completa de un cine repleto de ratones. Un quejido que llega desde una puerta lateral. Una máquina para sacar ositos de peluche. Un espejo con doble fondo y doble caída. Una rosa llena de espinas venenosas. Un teatro de máscaras que dura la eternidad de un día. Una cabaña golpeada por las olas. Un cementerio del siglo XIX. Una cancha de fútbol vacía. Un bosque con ardillas revoloteando entre sus troncos. Una civilización perdida. Una cápsula de tiempo enterrada bajo tierra. Una enciclopedia con entradas a pensadores franceses de fines del XX. Una cascada de canciones orientales. Una selva con anacondas famélicas y pantanos cenagosos. Una pantalla de televisión vacía. Un volcán cegado por la erosión de los cometas. Un tapiz con canciones anglosajonas. Una nave interestelar con androides fugitivos. Una proyección holográfica de la que nunca llegará. Una aldea flotante con una sola mujer adentro.
La entropía.

3 comentarios:

Alex dijo...

y la buscamos como desaforados.

Anónimo dijo...

como los pitufos con pitufina, o putafina.

Maori Pérez dijo...

o petofani. Qué idiotez.