martes, 8 de abril de 2008


El niño mira desde el fondo del pasaje a los demás niños con sus varitas de fuego artificial rodeando una criatura hipotética que se desvanece por y desde el acto del fuego y la noche. Tiene una tortuga marina en la mano. La ha sacado del acuario. Le está mostrando el mundo. El niño le está diciendo a la tortuga que lo que los otros niños hacen se llama Año Nuevo. También lo hacen los padres mientras observan, y lo hacen los incendios, los shows por tv abierta y cable. La tortuga se mantiene impertérrita frente al espectáculo, sin que el niño sepa ni le importe si el animal duerme o no, así la terquedad del maestro se equipara a la inconsciencia del discípulo. Mamá llama desde adentro y ambos pronto irán a la cama. Pero antes de que eso suceda, el niño le regala un último vistazo a su mascota. La tortuga elevada en el aire, las manos en el aire, mientras el niño camina paso a paso hacia el fuego. La danza de los pequeños crea un umbral de chispas y humo alrededor de los diminutos pasos, ocasionando que el niño cierre los ojos y aprete la tortuga contra su pecho al atravesar el manantial de luces y estímulos demasiado cercanos, demasiado llamativos y calientes. En cinco minutos estará de vuelta en casa, la tortuga en el acuario, y ya será de nuevo el primer día. El primer amanecer de nuevo. El desayuno del primer día. Las primeras palabras para mamá.

1 comentario:

Alex dijo...

La primera idea de que todo saldra bien este año