miércoles, 4 de junio de 2008

Diálogo en medio de una noche dispersa

— Esta carpeta es sólo una muestra de algunos trabajos que hemos publicado. Se titula El abrupto fracaso oblicuo de Jofré, una especie de biografía que detalla muchos momentos íntimos del autor – Gamarra tamborilea con sus dedos encima del cartón y luego les hace entrega a cada uno de los investigadores una copia del relato.
Catalán, con una mano en el hombro herido, hace una breve lectura del trabajo. Se cuestiona si realmente lo ahí relatado tuvo lugar, o simplemente es una alucinación literaria del autor. — ¿Publicas poesía? –le pregunta a Gamarra, a lo cual él lo mira en silencio, y sin decir una palabra se voltea y la de instrucciones al chofer.
Díaz, ante el inminente silencio, toma la palabra: —Yo con mi amigo, nos encontramos actualmente enfrascados en medio de un… una investigación, que tiene cómo objetivo desenmascarar un complot del gobierno —Catalán mira con recelo a Díaz, como indicándole que no se vaya de boca y que sea cuidadoso con sus palabras.
Gamarra, apoyando su antebrazo en el respaldo del asiento, asiente con la cabeza y luego sonriendo dice:
—Esto comenzó hace mucho tiempo. Primero se buscó una forma de generar lazos con los escritores, para controlar la escritura. Ahí el Ministerio de Cultura creó varios fondos y becas, para tener un mayor catastro de los ciudadanos anónimos que soñaban con alguna vez dedicarse a la escritura. Se emplearon varios métodos para seleccionar a los “potenciales peligrosos”. Por ejemplo, se clasificó en un grupo a los políticamente incorrectos, es decir, a los que contrariaban algunas convenciones republicanas de los gobernantes de turno. A ésos se les asignaron varios cargos públicos, con buenos salarios y cuantiosas funciones. Lo importante era limpiarlos y amordazarles la boca. Por esa vía se extinguieron muchos talentos. Pero hubo otro grupo que no recibió ninguna misericordia. Esos eran los inadaptados sociales, que básicamente se destacaban por contravenir las normas de convivencia grupal. Eran el tipo de escritores que desafiaban lo establecido, los que trataban de dinamitar el canon literario y la moral nacional. Escribían sin concesión; en sus libros, que nunca llegaron a dar luz, se repetía mucho la idea de militarizar de manera informal a la gente. Proclamaban el genocidio como recurso válido.
— ¿Eran una especie de anarquistas? — pregunta Díaz.
— Más que eso. Buscaban una organización paramilitar. Utilizaban la escritura como vehículo para canalizar sus ideas. Así lograrían adhesión de los lectores en un mediano plazo. Más tarde, por medio de un colectivo bien organizado traficarían libros e ideas peligrosas.
Catalán se incorpora de su letargo, y abriendo un poco la ventana del auto, señala: — Entonces estos escritores poseían una organización. No lo pregunto ni lo deduzco, simplemente lo afirmo.
— Así es, pero a pesar de que fueron barridos de manera sistemática, muchos quedaron dando vuelta. Eliminaron a los ejecutores principales de la idea, pero no a la idea. Existe una diferencia clave entre un intelectual y un artista. El intelectual ejerce una presión sobre el mundo, intenta entenderlo y luego explicarlo de manera coherente. El intelectual alarga su vara racional en medio de una vasta llanura irracional. Despeja tinieblas, pone luz donde no la hay. En cambio el artista contraviene las reglas, busca desmontar al mundo y luego lanzar los despojos encima de una mesa. El artista soporta el hambre con resignación, y su alimento son los miedos y las tinieblas. Y por supuesto, el humor, esa corteza frágil y volátil que envuelve a todas las cosas de este mundo. Pero no me gusta teorizar sobre estas menudencias, me cansa. Además ya falta poco para llegar. Aprovechen de leer el relato que les entregué. Quizás tengan la posibilidad de investigar al desaparecido Chico Jofré.
— ¿Cuándo fue que se perdió este autor? –preguntó intrigado Catalán.
— Hace tres días, creo. Lo llamamos y ya no había rastros de él, por ninguna parte. Gamarra no dijo ni una sola palabra más. Siguieron andando, en silencio.

3 comentarios:

V dijo...

Jajajja que lindo.
Un relato enternecedor.

Cabro Gamarra dijo...

Abran paso a los artistas.

Waira dijo...

1984, 2666, pero bueno.

Humilde opinión.....