domingo, 23 de marzo de 2008

Diógenes

El huaso Diógenes, junto a un grupo de amigos, se fueron caminando por un estrecho canal que los conducía a unos pastizales, lugar apenas armonizado por un par de árboles, una vaca pastando y un caballo amarrado a una cerca. En ese momento, dos cabros chicos entablaban un feroz combate: el moreno lanzaba puñetazos mortales y el rucio le respondía con un palo, dándole en los brazos en un par de ocasiones. Entonces el morenito, tomando fuertemente el palo de su contendiente, derribó de un sonoro rodillazo al rucio , que cayó aturdido y con la mandibula rota. Los huasos aplaudieron la hazaña, pero Diógenes, un poco molesto, tomó su bastón y lo rompió. Ante esto, sus amigos lo increparon duramente, pero él contestó que ya no lo necesitaba, pues así como el morenito le había sacado la cresta al rucio valiéndse sólo de sus manos, él no necesitaba utilizar un bastón para caminar. Uno debe bastarse a sí mismo, dio a explicar Diógenes en su circular y lento dialecto campestre. Sus amigos tomaron los trozos del bastón, y dejando solo al huaso Diógenes, se fueron risueños en sus tranquilos caballos.

3 comentarios:

Alex dijo...

Ese diógenes dio en el clavo.
Hay que valerse de uno para uno y los demas.
Siempre que interese crear algo, claro.

Carolina Canave dijo...

Este Diógenes me recuerda a otro: "al destino le agradan las repeticiones, las simetrías".

pablo dittborn dijo...

chicos, visiten mi blog cultural