domingo, 16 de marzo de 2008

RESACA DE UN EMPRESARIO CULTURAL


TRAS HABER BEBIDO una botella de amontillado mezclada con Martini Bianco, una caja de cerveza nacional y una botella de escocés de litro, y haberlo hecho todo en menos de dos días, sin echarse a la boca más que una goma de mascar, el poeta y empresario cultural Juanito Pichula se siente desfallecer. Es domingo, su único día de descanso y no podrá dormir. La industria de su espíritu lo va a atormentar con sueños y entresueños a los que ingresará y saldrá como un sonámbulo, aterrorizado por las más pesimistas imágenes que un alma melancólica pudiera concebir: torturas físicas y espirituales (ejecutadas por él y contra él) que exceden lo narrado en los libros de Historia, el incierto futuro de su cuerpo desgastado, aberraciones sexuales que incluyen crustáceos y frutos, inveteradas miserias familiares, crueldades contra plantas y animales, maltratos infantiles descarados e intentos de homicidio a las mujeres que alguna vez lo amaron, enfermedades ya vencidas por la ciencia y reflotadas en los crueles parajes de una irrealidad agobiante.

A las 6:00 de la mañana consigue dormir sin tormentos. Pero ya es tarde. Recuerda que su arrendador le prometió desalojarlo con Carabineros, por varios meses de no pago (sus orgías son horriblemente caras), agresiones verbales y amenazas de muerte "a tus hijos y a la puerca de tu esposa, pues conmigo no se juega". Los uniformados –que tienen sangre en el ojo contra Pichula, pues ya saben lo que acaba de hacer con su novia– entran con inusitada prepotencia, a eso de las 7:00 AM, aprovechando la llave del arrendador. A patadas lo sacan del lecho. Lo meten a la ducha fría durante más de media hora (estamos en el mes de julio), y le golpean todo el cuerpo –todo el cuerpo– con toallas mojadas y tontos de goma, para no dejarle marcas. Pichula grita y promete dejar de beber con la ayuda de los dioses, sus iguales.

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