miércoles, 19 de marzo de 2008

Irondream.

Soñaste que ibas a la Feria Nacional
de la Historieta, en Mapocho.
Fuiste con un traje minimalista
y un secreto deseo de entregarte
a su apasionamiento.
En el sueño tuviste fe
de que el hombrecillo de los cómics
deletreara tu nombre bien escrito
al autografiar: "De Adolf con amor".
Pero el tipo, que parecía tan agusto
en esa timidez, así, desapercibido,
dibujó la fila frente al stand,
y los rostros de todos, incluso el tuyo,
eran dibujitos fálicos.
No un pacto de amor,
ni siquiera una prueba de tu propio afecto
por él.
Hasta John Lennon invitaba al té
cuando le preguntaban por el misterio
de una canción hecha a la rápida.
El hombrecillo tímido, de pronto,
parece más un carnicero
que un objeto de adoración,
así que cuando llegas a casa
todos los pósters, todas
las portadas impresas en tamaño oficio
parecen penes que se te cuelan
por las orejas, por la nariz,
entre los dedos de los pies,
penes infinitos y sin cuerpo
que llenan de carne y hedor el espacio
como tarántulas de carne
sobándote las retinas.

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