sábado, 1 de marzo de 2008

2012 (Primer Fragmento).

La anciana / se suelta el pelo / con las piernas cayendo al borde. / Los tablones mojados / podrían ser la casa espontánea / de un vagabundo, / sus dos piernas los brazos cansados / de un hombre sucio y sincero / que no ha encontrado otro lugar para tirarse. / La polera blanca la almohada. / Los bluejeans hasta los tobillos: / el pelo / del vagabundo imaginario. / Pero no hay vagabundo, / sólo está la anciana, / el muelle, / y yo, que soy más bien joven. / Yo, que la miro. / Que la miro desde la playa. / Desde la arena. / Es una mañana de verano, / ninguno de los dos todavía escucha / bocinazos o pisadas / o risas de niños, / acompañados de sus padres, / todos turistas / como nosotros, / pero tampoco son como nosotros, / tampoco nadie es como nadie. / Cuando me fui de casa, eso fue lo que le dije / a papá: Nadie aquí / se parece, todos estamos / desconectados, afuera / de la posibilidad. No me creyó. / Pensó que sólo estaba furioso / por tonterías de adolescente, por / alguna rebeldía incomprensible; algo así / era, pero tampoco. / El viaje en bus fue escuchar el pendraiv / con suma calma, como si / las ventanas, más que mostrarme el paisaje, / fueran el avance desobligado, / sin compromiso, / de un tiempo lejos pero a la vista, / de un tiempo fraudulento y arrepentido / de habernos hecho daño. / Encendí un cigarro al bajar. / Compré un anillo en la feria. / Cuando llegué al muelle iba enajenado / pensando en mi padre, en / sus palabras apuntando / con dolor y claridad a lo / inevitable de estar vivo y al acecho del azar. Pero entonces ella. / Sus piernas colgando del muelle. / Amanecer solitario / frente a la última jipi / del sueño insomne que era / la vida, entonces.

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