viernes, 1 de febrero de 2008

Nunca fue tan breve una despedida

En silencio, mirando a la pared, estaba Pablo Rumel Espinoza, con el traje del bufón en los bolsillos y la corona rota en su mano derecha. No lloraba, pero estaba ausente, triste, como navegando por los mares infinitos de la saudade. De las sombras, un pequeño crujir delató la presencia de alguien. La noche declinaba y en un par de horas más amanecería.

¿Quién está ahí? Dijo Rumel, apuntando con su chipote chillón, pues tenía una lucecita para la oscuridad. Soy yo, amigo, se escuchó una voz conocida, desde hace muchos años. ¿Quién es ese yo? Pregunto Rumel, mientras se masajeaba con las manos el cuello adolorido y rígido.

Soy yo, amigo. Y un hombre vestido con un traje estrafalario y la cara pintada salió a su encuentro. ¡El señor Francisco de Torres! ¿Pero qué hace por acá?

Vengo a conversar con usted. Así es que siéntese, sólo cállese porque tengo muchas cosas que decirle:

“Ya debe terminar con esta farsa, o se va hacer incomprensible ¡scht! Silencio. Yo hablo acá. Bueno, ahora tendrá que viajar y abandonar su nave blade brunner y dejarla en buenas manos. Esta lucha fraticida, que usted ¡sí usted! Ofreció, es un insulto a la dignidad. Ahora debe escoger de los siete, a los que piense que son idóneos para conducir la nave. Podrán ser los siete, o puede que sólo sea uno el indicado. Debe tener en cuenta que para estos menesteres, lo esencial es tener a alguien aguerrido, pero humilde. Disciplinado, pero irresponsable. Con experiencia en la vida, pero también con experiencia libresca. ¿No cree usted que la Princesa Collage no es apta para esto? Ella es una ácrata, no cree en nada, y menos creerá en un colectivo. Dejémosla con su triste desvarío, quizás algún día despierte de su ensueño infantil y se dé cuenta que la realidad es más compleja que su metro cuadro. Ahí estaremos para brindar con ella. Por otra parte tenemos al señor Súper Mosca, pero él es muy bueno para la bebida, las mujeres y el hueveo en general. Creo que hasta sería más cuidadoso con su muñeca inflable que con su pequeña fragata, amigo mío. Súper Mosca, Como no tiene otra responsabilidad que cuidarse a sí mismo, aún está muy chico como para emprender este viaje.

Discúlpeme interrumpirlo, señor, dijo Rumel, pero ¿ me está insinuando que Losario, Moyano, Galdós y Gammarra son los más ideales para esta situación?

No sé, compadre. Eso usted lo verá antes de partir. Ahora yo, le regalo con todo mi cariño un poema, para que lo guarde y lo tenga clavado en su pecho, como si se tratase de una rosa bienintencionada. Ponga atención, que se lo voy a declamar primero:

El toro por las astas

Esta es la semilla.

Puede ser, dirá alguno/ Que aún no he tomado al toro por las astas./ Puede ser que el minuto, mi minuto/ Aún no se atreve a suceder./ Tal vez, el río de Heráclito / No ha querido tocar mis pies/ No ha querido/ Reírse en mi cara.

Lo cierto es que la barca/ Que me conduce hacia esa orilla/ Que puede ser la vida o el tormento/ Ha dejado de ser la palabra./ Lo importante es no vivir en ella, / Quemarla, sucumbir, zozobrar.

Trastabillo a cada instante/ Bajo la capa gruesa del lenguaje/ Me supera, inunda

Me han disfrazado de institución/ De pellejo docente academicista./ ¡No puede decir esto, señor/ Qué va contra las reglas!

Me han vestido de sacerdote/ De bufón y proxeneta/ Me han quemado las ideas,/ Me han violado el corazón.

Alguna vez anoté:/ Sólo bebo lo necesario / Para escribir un verso./ Hoy aseguro que ese verso/ Ha dejado de beber y ha comenzado/ A vivir.

El toro imprudente de la literatura/ Impetuoso, galopante/ Mira el rojo furioso de la inercia/ Del aquel que no sabe qué decir, /qué mentir, o aseverar.

La palabra se encuentra, como dice Pablo,/ Agusanada, caduca. / Más, con ingenuo optimismo digo/ Que siempre queda algo que masticar/ Aunque el hedor de la rima apeste/ Pese a la putrefacción del los sentidos.

Dolorosa verdad / No he tomado al toro por las astas/ ¡No he tomado al toro por las astas!

Pero pronto, lo tomaré por la cola,/ Por las bolas, por las ancas/ Y lo sacudiré hasta que se seque/ El lenguaje, (si es que existe) / Tomará alguna forma/ En mi lengua bífida y acallada.


¡Bravo señor bravo! Exclamó Rumel. Al fin tengo a una persona que me entiende y que me aconseja de verdad.

No sea ridículo, gritó de Torres, todos lo entienden y lo aconsejan, pero de distinta manera. Yo sólo coincidí con su actual estado de ánimo, pero así como yo pude hacerlo, cualquiera puede hacerlo, y todos podemos hacerlo con todo el mundo. Los consejos, se entiende, no sea pasado de la punta señor Rumel. Vamos ahora a tomarnos una cerveza y a comernos una longaniza de Chillán, de las que le gustan a Ud… de postre una sandía ¿qué le parece? ¡Bah! Pero si ya está amaneciendo, pero qué va, vamos a hacer resacosix en la barra. ¡Salud!

Y corriendo y saltando como locos se alejaron de la nave... ¿quién podrá decirnos si este par de locos volverá algún día a mí? Al menos ellos tienen el impulso para volver, y con eso ahora nos baste a todos. Un hasta luego pues, señor de Torres y señor Rumel. El redactor fantasma de esta barca espera a otros marineros, para que ojalá con coraje e imaginación, sepan conducirme por tormentosas y turbulentas aguas.
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1 comentario:

Gabriel Bornes dijo...

Hasta que entendiste wey...pfff ya me estaba asustando. Al fi nal siempre es mejor elegir el camino de un guerrero sai, porque el guerrero dou sufre y hacer sufrir mucho a la gente.

P.D: No sé si vendrá el sabado...pero las puertas siempre estan abiertas.